lunes, 21 de diciembre de 2015

MONOGRAFÍA SOBRE "ABUSO Y MALTRATO INFANTIL" - Daniela Arida



MONOGRAFÍA SOBRE "ABUSO Y MALTRATO INFANTIL"
Autora: DANIELA ARIDA - Psicóloga Social y Operadora Socio Comunitaria
Trabajo Final premiado como tesina de egreso del curso.


Concepto.
Para comenzar a hablar sobre esta problemática social es importante tener alguna definición que nos acerque a la comprensión de tan compleja y cruel realidad.
A continuación, daré algunas definiciones que surgen de los distintos tratados, plenarios y organizaciones de todo el mundo acerca de este problema.
Se denomina maltrato infantil o abuso infantil a cualquier acción (física, sexual o emocional) u omisión no accidental en el trato hacia un menor, por parte de sus padres o cuidadores, que le ocasiona daño físico o psicológico y que amenaza su desarrollo tanto físico como psicológico.
Se distinguen cinco tipos básicos de maltrato infantil:
·         el abuso físico,
·         el abuso sexual,
·         el maltrato emocional,
·         el abandono físico,
·         el abandono emocional.
La definición de maltrato implica una valoración social en relación a lo que es peligroso o inadecuado para el niño. Y aquí reside precisamente la gran dificultad para definirlo, ya que hay una falta de consenso social respecto a lo que constituyen formas de crianza peligrosas e inaceptables. Resulta difícil establecer la raya de separación entre lo que es un maltrato y lo que no lo es.
La definición de «maltrato» debe, además, tomar en cuenta, al menos, tres criterios: en primer lugar, la consideración de una acción u omisión como «maltrato» depende, en muchos casos, de la edad del niño; en segundo lugar, la situación psico-fisiológica del menor puede condicionar las consecuencias de la acción u omisión ejercidas sobre él, lo que puede conllevar una relativización de su consideración como maltrato; y, en tercer lugar, hay que tener también en cuenta que no necesariamente todos los actos de maltrato tienen por qué dejar secuelas inmediatas y visibles en el menor; esto es especialmente relevante por cuanto las consecuencias importantes de los casos de maltrato infantil no suelen ser las físicas, sino las que afectan al desarrollo del menor a medio y largo plazo.[1]
La Declaración Universal de los Derechos del Niño, emitida por la Organización de las Naciones Unidas y mejorada en tres fases: la Declaración de 1928, la de 1948 y por último la Declaración de los Derechos de los Niños de 1959.
A lo anterior se suma el establecimiento en 1979 del  Año Internacional del Niño, las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de Justicia de Menores (Reglas de Beijing, 1985) y la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) de 1989. Todo esto culminó con la entrada en vigor de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos de la Niñez, el 2 de septiembre de 1990, tras cerca de 70 años de esfuerzos por obtener de la comunidad internacional un reconocimiento de las necesidades específicas y la vulnerabilidad de los niños y niñas como seres humanos.[2]
El maltrato infantil se define como los abusos y la desatención de que son objeto los menores de 18 años, e incluye todos los tipos de maltrato físico o psicológico, abuso sexual, desatención, negligencia y explotación comercial o de otro tipo que causen o puedan causar un daño a la salud, desarrollo o dignidad del niño, o poner en peligro su supervivencia, en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder. La exposición a la violencia de pareja también se incluye a veces entre las formas de maltrato infantil.[3]

UNICEF define como víctimas de maltrato y abandono a aquellos niños, niñas y adolescentes de hasta 18 años que “sufren ocasional o habitualmente actos de violencia física, sexual o emocional, sea en el grupo familiar o en las instituciones sociales”.







Datos y Cifras.
Los números nos ayudan a entender y dimensionar la problemática aquí tratada, y a contextualizar la misma.
Del centro de Prensa de la OMS se desprenden los siguientes datos.
Diciembre de 2014

  • Una cuarta parte de todos los adultos manifiestan haber sufrido maltratos físicos de niños.
  • Una de cada 5 mujeres y 1 de cada 13 hombres declaran haber sufrido abusos sexuales en la infancia.
  • Es posible prevenir el maltrato infantil antes de que se produzca, y para ello es necesario un enfoque multisectorial.
  • Los programas preventivos eficaces prestan apoyo a los padres y les aportan conocimientos y técnicas positivas para criar a sus hijos.
  • La atención continua a los niños y a las familias puede reducir el riesgo de repetición del maltrato y minimizar sus consecuencias.

La Comisión Interministerial de Promoción y Protección de los Derechos del Niño y UNICEF, realizaron un informe en el que se presentó la primera guía y protocolo de abordaje. En este informe se destacan los siguientes datos estadísticos.
Un total de 771 niños, niñas y adolescentes fueron separados de su núcleo familiar por situaciones vinculadas al maltrato infantil en lo que va del año en la provincia de Buenos Aires, según un informe elaborado por Registro Estadístico Unificado de Niñez y Adolescencia (REUNA).
En el trabajo se detalla que entre el 1 de enero al 31 de mayo de este año, se tomaron 771 medidas de abrigo con niños y adolescentes, 19 más que las se habían resuelto en igual período en 2012.
El informe detalla que, dentro de esas medidas por violencia, el 46 por ciento estuvieron vinculados al maltrato físico, el 27 % a la negligencia familiar, entendida como la falta de cuidados básicos, el 19 con el abuso sexual y el 8 por ciento con el maltrato psicológico.

Del 4º Informe realizado por UNICEF en el año 2012 recogí los siguientes gráficos que dan cuenta de la frecuencia y la evolución de la violencia hacia los niños y niñas.


  

















Desarrollo.
Al abordar esta problemática me encuentro con varios obstáculos que iré progresivamente tratando de sortear, para lograr un análisis profundo y objetivo del tema que hoy me convoca.
En principio considero importante mencionar que esta problemática se da a lo largo y ancho del mundo, siendo el maltrato a la niñez una práctica que forma parte de algunas culturas, en otras simplemente esta incorporada como una herramienta más en la crianza de los niños y niñas, y en otras, donde se considera ilegal el maltrato, pero aun así, se practica de manera cotidiana, de forma consciente o inconsciente. Para poder analizar esta problemática hay que tener en cuenta los distintos factores que intervienen para que se de este fenómeno.
David Sola, Licenciado en Psicología Clínica,  los identifica así:
·         Modelo autoritario, en el que se entiende el respeto en una sola dirección.
·         Tratamiento de los hijos como propiedad privada.
·         Notable verticalidad y rigidez en la estructura familiar.
·         Uso de castigos físicos como método educativo.
·         Ausencia de recursos alternativos para promover conductas positivas.
·         Carente autocontrol en los padres en respuesta a los conflictos.
Mi visión acerca de esta problemática, su origen, consecuencias y prevención, está atravesada por mi propia experiencia, que sumada a la investigación, me llevan a pensar el maltrato como la conducta de un adulto en busca de satisfacer una necesidad no resuelta en su momento original, que es la primera infancia.
En el acto del maltrato se ven reflejadas conductas abusivas y autodestructivas, que dan muestra de la propia historia. Son conductas aprehendidas durante el período de crianza. Si bien no es correcto afirmar que todos los niños que han recibido malos tratos, serán sin excepción, adultos maltratadores, o que quienes no han sufrido este problema, luego no serán violentos, porque esto significaría dejar como única opción creer que las conductas violentas son innatas, desacreditando la influencia real de la crianza.
En general, quienes establecieron vínculos patológicos, con maltratos, tanto físicos como psicológicos, emocionales, negligentes, o de cualquier otro tipo, internalizan esa forma de vincularse con el otro y con el mundo exterior.
Repiten luego ese esquema vincular a lo largo de su vida, naturalizando el hecho, ya que durante la niñez se reprime cualquier impulso por revelarse ante esa agresión recibida, y usando como un mecanismo de defensa esa naturalización para no tener que poner jamás, en tela de juicio a quienes ejercen ese maltrato, debido a que en la gran mayoría de los casos son los propios padres o personas a cargo, y más cercanas, las que maltratan a los niños.
Justamente quienes deberían velar por su seguridad, protección y darles amor y cuidado. Esa ambigüedad que se genera, sintiendo amor y odio hacia los padres, resulta muy  difícil entenderla desde una mente adulta y con herramientas suficientes para hacer un análisis objetivo sobre el tema, con lo cual para la mente limpia e inocente de un niño o niña puede ser  realmente complicado y traumático superar y comprender estos hechos.
Así es que repiten esta situación, porque la tienen internalizada como la única forma válida de relacionarse con el otro. Y aquí vale aclarar que ese otro, no es cualquier otro. Es alguien que no puede defenderse. Es un claro abuso de poder, y esto lo convierte además, en un acto perverso.
Por otro lado, la sociedad en su conjunto, propicia las condiciones para que esta práctica sea cotidiana y natural, ya que es la misma sociedad al que vulnera los derechos de los niños, dejándolos desamparados, en principio por las leyes, pero también por las conductas de los adultos que consideran a los niños y niñas ignorantes y vacíos de sentimientos y pensamientos.
Hay que convenir que es relativamente nuevo el considerar a los niños y niñas sujetos de derecho.
Ya desde tiempos bíblicos nos encontramos con algunos pasajes que dan muestra clara de esta postura.
“La necedad es parte del corazón juvenil, pero la vara de la disciplina lo corrige”[4]
Los golpes y las heridas curan la maldad; los azotes purgan lo más íntimo del ser.”[5] (Proverbio 20:30.)
No es sino hasta mediados del siglo XIX que comienza la atención jurídica y médica de los menores maltratados. El médico francés A. Tardieu publicó en 1860 la primera monografía sobre el tema y mas adelante el médico estadounidense Silverman demostró con estudios radiológicos las consecuencias no visibles de los maltratos.
Desde el aspecto judicial, el primer caso tuvo lugar en el año 1874.  En este proceso se defendió un menor (una niña) por los malos tratos recibidos por adultos (en su caso, su propia madre). La acusación fue realizada por la Sociedad Protectora de Animales, por cuanto no existía ley alguna que amparase a los menores, aunque sí a los animales en general.
Estas experiencias dan como resultado la creación de dos sociedades pro derechos de los niños: The Society for the Preventión of Cruelty to Children, en Nueva York, y The National Society for the Prevention of Cruelty to Children, en Londres.
Comienza, ahora, a pensarse en los niños y niñas como sujetos de derecho.  En 1959, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Declaración de los Derechos del Niño; y, más tarde, en 1989, esa misma Asamblea adoptó la Convención sobre los Derechos del Niño.[6]
Pienso que la condición de indefensión del niño o niña lo pone frente a la obligación de aceptar cualquier conducta del adulto a cargo, y que la violencia es la herramienta (o el arma) del débil y que nace con la necesidad de ejercer el poder de someter a su propio capricho y necesidad la voluntad del niño, así como fuera sometida la suya. El adulto se cree dueño de esa alma y la manipula según le convenga en pos de satisfacer sus necesidades, generando un futuro hombre incapaz de diferenciar lo que es bueno y deseable para él de lo que puede ser cruel y doloroso.
El niño crece creyendo que las crueldades cometidas a su persona son por su bien. Y así luego de adulto le resultara muy difícil descubrir esa falsedad.





Conclusión.
Solo conozco dos caminos en cuanto a cómo crecer con ese dolor. Uno de ellos es reprimiendo el odio y el temor que nos sembraron de pequeños, Camino que nos lleva a una lucha por lograr satisfacer las necesidades (de amor) reprimidas, y buscando ayuda para sobrevivir, en símbolos como las drogas, grupos de culto, etc. O podemos también, recurrir a la intelectualización, que si bien ofrece una gran fiabilidad, puede resultar fatal, cuando el cuerpo se hace cargo y asume toda la responsabilidad, expresando esa represión por medio de enfermedades graves, como el cáncer u otras.
Otro camino puede ser el de vivir el dolor en vez de padecerlo. Esto es, asumir ese daño, ese odio y ese temor como propio, como parte de nuestra identidad y nuestra vida, para liberarnos de la hipocresía que supone el amar y valorar a quien tanto nos lastimó. Y de esa forma se puede reubicar a los personajes de nuestra historia personal de un modo más honesto y nos permite poner en perspectiva sus acciones. Nos curamos cuando por fin, libres de culpa, podemos dejar de excusar y justificar a los verdaderos culpables, y cuando nos atrevemos a ver y sentir lo que estos hicieron.

Creo que una forma muy importante y necesaria para prevenir el maltrato y la violencia hacia los niños es trabajar directamente con ellos, mediante técnicas lúdicas, talleres de literatura, teatro, charlas abiertas y otras actividades similares que puedan desarrollarse en espacios públicos, como clubes, escuelas, centros culturales, etc. y poder compartir estas actividades con la  familia, con sus pares, o con docentes, sobre los derechos del niño y dándolos a conocer. También haciendo hincapié, al trabajar con adultos, en las consecuencias que dejan a largo plazo, los maltratos.
Trabajar para que se comprenda que nada bueno se cosecha de un alma, un corazón, en el que se siembra odio y temor. Si no por el contrario, esto se reproduce y multiplica. Para ello es necesario contar con profesionales para formar un equipo de trabajo interdisciplinario, además del apoyo del Estado, que debe brindarnos las herramientas y generar las condiciones para poder abordar la problemática de forma integral, desde la contención a quienes sufren esta problemática y desde la prevención con proyectos concretos.
 


Sentir.
Más allá de las estadísticas, los estudios y las teorías, y a pesar de que estas sean necesarias, la realidad contundente del maltrato es una experiencia imposible de describir, y entender a fondo, si no se la vive en carne propia. Como toda experiencia fuerte, traumática o no, es intransferible el sentir.
Por primera vez, desde que viví el maltrato y abuso, me decido hoy a trabajar desde el aspecto profesional esta temática. Nunca antes escribí sobre mi sentir, mi experiencia. Nunca creí que pudiera encarar el tema por temor a mi dolor, a que este aflore y no poder controlarlo. (Como si alguien pudiera "controlar" el dolor, el sentir). Solo, y a duras penas, podemos reprimirlo, negarlo o usar alguna otra defensa del inconsciente, que gracias a Dios está ahí para ayudarnos a seguir adelante y vivir sin morir en el intento.

















Anexos.

La mujer que no lloró


Por Carlos Rozanski *
Desde la Antigüedad, las mujeres fueron violentadas mientras que los niños han sido considerados objetos y cometido contra ellos toda clase de atropellos. Se les han negado los derechos más elementales y sobre todo, se ha descalificado cualquier alusión que señale al varón “padre de familia” como autor de malos tratos y abusos sexuales tanto respecto de sus hijos, como de su esposa. La Justicia, como ha sucedido también desde siempre, en muchos casos ha acompañado esa dogmática, sobre todo por la identificación de sus componentes con los rígidos principios que siempre han puesto la integridad de la familia tradicional por sobre el sufrimiento de cualquiera de sus miembros vulnerables. Recién en las ultimas décadas se lograron avances importantes en el reconocimiento de derechos esenciales de niñas, niños y mujeres adultas. Sin embargo, y pese a esos importantes adelantos, suelen dictarse fallos judiciales que mantienen aquella histórica visión sesgada y discriminatoria de los más frágiles, y no dejan de sorprendernos las tristes novedades que el ingenio y la osadía de algunos violentos aportan a la jurisprudencia. Hace pocas semanas, se publicó una sentencia que integra esa triste lista, referida a un caso de abuso sexual de una niña en edad de jardín de infantes, en el cual se juzgó a su padre acusado de graves delitos sexuales contra la chiquita. Si bien todos los aspectos procesales y validez de la sentencia en cuestión, será materia de un eventual análisis en las instancias superiores, lo cierto es que el fallo contiene entre otras, una valoración que por su brutalidad, justifica estas líneas. Allí, el autor del voto que llevó la adhesión de los restantes jueces, valoró en contra de la mamá de la nena, querellante en la causa, que la señora no lloró delante de los jueces en la audiencia en la que declaró durante el juicio. Ningún operador social puede desconocer la profundidad y variedad de reacciones que suelen generar los hechos altamente traumáticos como el abuso sexual infantil, tanto en las criaturas víctimas como en sus madres. De allí la necesidad de extremar los cuidados al momento de evaluar hechos y conductas, las que en esta temática, nunca son lineales. Sin embargo, en el fallo aludido, señala textualmente el juez Pablo Vega al referirse a la madre de la niña: “... de cuyos ojos no vimos brotar siquiera una lágrima mientras contaba los horripilantes abusos que, según ella, XXXXX le había practicado a su hija ...” (sic). Luego, propone sobre el final, y así se decide, denunciar penalmente a la mamá querellante, por falso testimonio. Si bien no es difícil encontrar sentencias que descalifiquen a las víctimas de esta clase de hechos, a sus madres y a todo aquel que valide la existencia de los abusos, no debe haber antecedente en el país, de un juez que denigre a una madre, por no llorar delante del tribunal. Es obvio que a ninguno de esos magistrados se le ocurriría descalificar a un varón por no llorar en una audiencia. Siglos de discriminación machista avalan lo dicho. La existencia de razonamientos como el citado, obligan a los funcionarios respectivos, a replantearse algunos aspectos de los sistemas de selección y control de quienes acceden a la magistratura y son capaces de efectuar esa clase de descalificaciones. De lo contrario, nuestra justicia seguirá discriminando, maltratando y denunciando a madres protectoras, docentes, psicólogas, vecinas, policías o fiscales que intenten dar a los víctimas la protección que nuestro modelo de Derechos Humanos garantiza. Descalificar a una madre porque “no se le cayó una lágrima”, no es ignorancia sobre las infinitas formas de expresar dolor, es misoginia en estado puro, incompatible claramente, con nuestra Constitución, con las leyes derivadas de ella, y con el más elemental sentido de sensibilidad y empatía indispensables para una justicia democrática y sobre todo, para fallos justos.
* Juez federal.































VIERNES, 9 DE AGOSTO DE 2013
ENTREVISTAS

Sólo se trata de creer

Graciela Dora Jofre, jueza de Paz de Villa Gesell, reflexiona sobre la importancia de erradicar la utilización del Síndrome de Alienación Parental (SAP) en casos de presunto abuso sexual infantil por parte de los padres, y advierte sobre la necesidad urgente de implementar la perspectiva de género en todos los ámbitos de la Justicia.
Por Carolina Selicki Acevedo
“Era un juego, vos consentiste”, dijo mi padre cuando, a los 30 años, lo saqué a la luz por fin. (M)

***

En la entrevista realizada con el niño se da esta transcripción de la misma:

“... Quiere lavarse las manos y lo acompaño. Al regresar del baño, se sienta en un rincón, toma los dos muñecos de la caja y, observándolos, pregunta si se les puede sacar la ropa a ambos (Barbie y muñeco varón). Intenta desvestir a la muñeca, luego me pregunta si se puede sacar la ropa del muñeco. Me explica las diferencias entre ambos... Su actitud cambia, habla más pausado, y su rostro toma un tono más serio. Se mantiene unos minutos, observando los muñecos e intentando desvestirlos y preguntándome acerca de cómo sacarles la ropa a ambos. Y dice: ‘¿Hablamos ahora?
Psic.: Bueno, ¿de qué querés hablar?
T.: Mi papa me tocó el culo.
Psic.: ¿Fue una palmadita, como dan a veces los padres? (le hago el gesto sobre el muñeco).
T.: No.
Psic.: ¿Qué hizo?
T.: Me metió la mano adentro’.”

***

Confesiones como éstas aparecen tras años de silencio o de falta de credibilidad por parte del núcleo más cercano de las víctimas de abuso sexual. Lo más usual suele ser la confesión a un amigo/a, a la madre o, en las edades más tempranas, a un docente. En los últimos diez años, el incremento del uso de las redes sociales y el eco en los medios de comunicación en Argentina ha sido una válvula de escape de confesiones, de difusión y concientización contra este tipo de abusos, aunque a la par se hayan incrementado la pedofilia o el consumo de pornografía infantil. Lamentablemente, el secreto silenciado –tanto mental como corporalmente– rara vez sale a la luz en los primeros años de vida. La compleja relación entre abusado y abusador suele dificultar que el niño/a o adolescente cuente lo padecido. Abuso de poder y sentimientos ambiguos se mezclan y es allí donde se requiere de ayuda y de contención.
Graciela Dora Jofre es oriunda de Quilmes, se recibió de abogada en 1978 en La Plata, en medio de la última dictadura militar. Luego, al formar su familia (es madre de dos varones) decidió radicarse en Villa Gesell. Allí, hace 17 años que es jueza en el Juzgado de Paz. En los últimos nueve años se ha interesado y formado sobre el Abuso Sexual Infantil (ASI), el incesto y la violencia de género en el marco de procesos de familia.

Ahora estamos más acostumbradas a que las mujeres ocupen puestos importantes de poder. En tu caso, en el ámbito judicial, ¿cómo describirías tu experiencia?

–La describiría como un proceso de crecimiento. En la ciudad han aumentado los casos focalizados en Derecho de Familia y de violencia de género, aunque también fuera de la ciudad, además de que casos concretos me llevaron a profundizar en abuso sexual infantil e incesto. Esto me obligó a formarme al respecto a través de otras disciplinas más allá de lo jurídico, como la psicología, por ejemplo. En 2005 tuve un caso que me marcó mucho. En medio de un proceso de familia apareció un caso de incesto. A raíz de esta experiencia aprendí que más allá de lo que una pueda inferir o intuir se debe tener mucho cuidado a la hora de juzgar. Así comencé a leer a expertos como Irene Intebi, presidenta de la Sociedad Internacional para la Prevención de Abuso Sexual Infantil (Ispcan, por sus siglas en inglés,) quien escribió El abuso sexual en las mejores familias, o al juez Carlos Rozanski.

¿Aumentaron también las denuncias de madres que se han animado a contar lo padecido tanto ellas como sus hijos y solicitar su defensa?

–Sí. La reacción natural de la madre cuando la criatura logra relatar la experiencia incestuosa genera un trauma y muchas veces tiende a minimizarlo o negarlo. Pero cuando esa madre cree el relato del niño/a y recurre a la Justicia, lo que pretende es protección, porque sola no puede. Cuando hablo de Justicia, me refiero no sólo a jueces, sino también a abogados o asesores que generalmente estigmatizan a las madres y a sus hijos, se desconfía de las denuncias y padecen largos calvarios. ¿Te suena a otras épocas de la Argentina y a otras madres? Lo más terrible es que se debe privilegiar el bienestar del niño/a como lo indica el derecho al “Interés superior de niñas y niños”. Entre otras garantías, ellos tienen derecho a ser oídos, a expresar su opinión libremente y a ser asistidos por un abogado que represente sus intereses en particular. Cuando el niño logra hablar (y a veces no lo hacen en la niñez, sino ya en su adultez) generalmente lo hace a alguien en quien confía, sea un docente, un psicólogo, un familiar. Irene Intebi dice que “el abuso sexual infantil es un balazo psíquico”. Por lo tanto la figura del abusador se vuelve depredadora del aparato psíquico del niño y es mucho más traumático cuando el abusador es el padre o un familiar cercano.

Además, la familiaridad con el abusador suele generar ambigüedad en el niño/a, que puede por un lado despreciar lo padecido y, sin embargo, fuera del abuso, tenerle cariño a esa figura...

–Tiene la envergadura de una epidemia. Actualmente, hay cada vez más prostitución, pornografía y explotación infantil y esto significa que hay clientes. Y si hay clientes es que hay muchos abusadores de niños. Por eso hay que indagar sobre qué es el abuso sexual infantil. En mi rol veo aparecer casos en el marco de un proceso civil, después de una separación, por regímenes de visita, por tenencia; aunque no dejan de estar vinculados con la violencia de género. El psicoanalista y perito psicólogo Osvaldo Fernández Santos hace una comparación muy interesante entre las violaciones y las situaciones de abuso en la última dictadura militar y señala que la relación de tortura dentro de la familia se vuelve mucho más grave. Como también afirmaba la psicoanalista Alice Miller, el abusador suele ser una figura querida. Allí radica la dificultad del relato del abusado.

Desmitificar el SAP

El Síndrome de Alienación Parental (SAP) es un término que el profesor de psiquiatría estadounidense Richard Gardner acuñó en 1985 para referirse a lo que él describía como un desorden psicopatológico en el cual un niño, de forma permanente, denigra e insulta sin justificación alguna a uno de sus progenitores, generalmente al padre. Incluso, como perito, llegó a acusar a las madres de “lavar el cerebro” de sus hijos e hijas. Sin embargo, dentro de la comunidad académica el SAP carece de consenso y se lo considera seudocientífico. Sin embargo, el SAP actualmente cuenta con el apoyo de grupos de padres que han sido alejados de sus hijos por causas judiciales, por los abogados que los defienden en casos de divorcio y lo utilizan como defensa y también por numerosos peritos.

¿Cómo explica que siga vigente la utilización del SAP en la defensa de padres/familiares acusados de abuso sexual infantil o que se la acuse de garantista sólo de los derechos de las mujeres por ir contra este tipo de defensas de los acusados?

–Resulta paradigmático, su mentor resultó ser pedófilo y terminó suicidándose. Fue quien impulsó el poner en duda los relatos de las madres. Lo mismo sucede con las denuncias de las víctimas de violencia de género, hechos que no dejan de afectar al menor. En esta línea, han sido importantes los aportes de Sonia Vaccaro y Consuelo Barea sobre “El pretendido síndrome de alienación parental”, un estudio minucioso de la teoría del SAP. Considero que debe haber un replanteo en los procesos judiciales de familia, creerles es fundamental. Pero, a veces, los cambios llevan muchos años. Es necesaria una mirada con perspectiva de género en la Justicia. No debe olvidarse su función primaria: la defensa del más vulnerable. Como jueza civil puedo aplicar medidas protectoras pero éstas deben tener continuidad en la instancia penal. Tanto los niños, como víctimas de abuso sexual infantil, y las mujeres, como víctimas de la violencia de género, tienen muy poco acceso a buenas defensas técnicas o a ser querellantes. Muchas recurren a defensorías oficiales y en Villa Gesell tenemos suerte de que no estamos saturados como suele suceder en ciudades más grandes como Buenos Aires, y ahí ya no basta ni la capacitación ni la mejor intención del profesional.

¿Esta falta de protección también podría evidenciarse en la obligación a la “revinculación” de las criaturas con sus presuntos abusadores?

–Así es. A medida que se ha comenzado a denunciar y que han salido las situaciones del ámbito privado se ha utilizado la revinculación de un modo forzado. Cuando se obliga al niño a ver a la figura acusada de abuso se lo está revictimizando. Entonces tanto los abogados y los jueces que avalan estas prácticas están yendo contra los derechos de los niños. Hilda Marchiori, psicóloga y criminóloga experta en victimología, valoriza la protección de la criatura y afirma que pensar que los niños mienten es un mito. En esta línea también puedo mencionar a María Cecilia López, quien en coautoría con María Beatriz Muller escribió en Los dibujos en el abuso sexual infantil. Afirma respecto de los dibujos de los niños y su interpretación que se les nota en gestos, lo expresan en su cuerpo, que no pueden sostener en el tiempo las mentiras. Las connotaciones sexuales son importantes marcadores de detección. También es interesante el planteo que hace al respecto Fernández Santos al diferenciar revinculación con reconciliación. El alega que no podés establecer una relación u obligar a una criatura si del otro lado la persona jamás va a reconocer el abuso. Todo conlleva a hacer una revisión más profunda: ¿Qué constituye una familia? ¿Qué es ser padre? No es una cuestión biológica, sino que se construye con amor, con respeto a la libertad de ser de los niños. Si un hombre dentro del uso de la figura de poder en la familia ejerce violencia sobre la criatura no es un padre, es un monstruo. No se trata de cuestionar a la familia. Muchas veces se cree que el abusador tiene una personalidad sospechosa que se percibe a simple vista y no es así. O que sólo las violaciones se dan en las clases sociales más vulnerables. Los abusadores suelen ser personas que en su vida diaria tienen buen trato con los demás, que pueden tener poder, dinero, ser brillantes intelectualmente.

En marzo pasado hubo un fallo tuyo que marcó precedente en la ciudad y alrededores al reconocer y valorizar per se la palabra del niño como elemento esencial para fundar la denegatoria a un régimen de visitas a favor del padre sospechado de abuso en perjuicio de su hijo, con independencia del estado en la tramitación de la causa penal que lo incriminaba...

–En este caso concreto, como me sucede en otras situaciones, traté de focalizar mi mirada en el niño. El fallo se apoya en dos relatos realizados por el niño ante su terapeuta, a fines de 2009, y otro en febrero de 2011 ante una perito oficial en el proceso. Afortunadamente, en la instancia penal se respetó mi postura, pero son casos excepcionales por lo general, tal vez por ello las repercusiones. Muchas veces el abusado confiesa fuera del ámbito judicial, fuera de una audiencia. Por esto es que considero que hay que creerle a la madre o al niño/a que logra confesar y denunciar. Además, estadísticamente, la mayoría de las denuncias de abuso sexual son reales (la cantidad de alegaciones falsas es solamente del 8 por ciento).

Siguiendo esta necesidad, la de que la presunta víctima sea escuchada, ¿es que decidís hacer el petitorio de la instalación de una cámara Gesell en el juzgado?

–Sí. Hace varios años que estoy tras este pedido. Aproveché la visita, hace un mes, del doctor Héctor Negri, actual presidente de la Suprema Corte. Le comenté que consideraba importante la instalación de una cámara en la ciudad y en la zona. Será el primer Juzgado de Paz de la Provincia de Buenos Aires y el primer Juzgado en el Departamento Judicial de Dolores en tener una cámara Gesell. En un mes aproximadamente estará terminada. Con esto no pretendo que se aplique la escucha del niño de un modo cartesiano. Me refiero a buscar todos los elementos que la ciencia de otras disciplinas como la psicología y la psiquiatría tienen para poder decodificar y dilucidar lo que el chico dice y siente.

En estas semanas trascendió la importancia del uso de la cámara Gesell para obtener el testimonio del hijo de 10 años de Susana Leiva, asesinada supuestamente por su pareja, el portero Alberto Ponce, a quien también se investiga por posible abuso sexual del niño, en la localidad bonaerense de Temperley. ¿Qué requisitos son exigidos para que un niño declare en cámara Gesell?

–Previamente se evalúa multidisciplinariamente si el niño está en condiciones de hacerlo. El aporte es muy importante porque el niño puede hablar con la psicóloga u otro profesional en un marco de mayor protección.

¿Creés que en los últimos años, a la par del aumento de casos relacionados con las problemáticas anteriormente citadas, ha sido fundamental la actuación mancomunada con instituciones y profesionales de otras ciudades o provincias?

–Sí, tengo mucha relación con Mar del Plata, por ejemplo. Allá está el grupo de la Red Solidaria, que brinda apoyo terapéutico y asesoramiento. Es muy importante también la interconexión entre las víctimas. Poder escribir sobre fallos de otros colegas. El Derecho debe ser menos academicista y más humanista. La abogacía no puede ser una profesión de mercenarios. Debe haber perspectiva de género desde los espacios de formación como lo son las universidades, integrar a profesionales de otras disciplinas. Es el desafío que se viene. El pater familias (en latín: “padre de familia”) rigió desde la antigüedad, desde la concepción patriarcal tenemos que avanzar hacia un Derecho con respeto hacia el varón y hacia la mujer. Me parece un mensaje esperanzador para los jóvenes que estudian actualmente Derecho. Volver al origen, a la justicia social. La temática no abarca solamente a niños y niñas, sino también a adolescentes. Sería entonces muy importante que en los colegios se implemente realmente la Ley de Educación Sexual para reforzar la prevención y la información.




































El amor es una responsabilidad de un yo por un tú
Martín Buber[1]
Para que la autoridad de madres y padres sea vivida y comprendida por los hijos e hijas como algo positivo – que no representa los modelos represores o autoritarios, ésta tiene que plantearse en vínculos que promuevan el apego emocional. Cuando esto ocurre, se produce un alejamiento de prácticas violentas ya que las madres y padres encuentran maneras de manejar sus emociones, reconocer y expresar su rabia, regular su agresividad y principalmente encontrar palabras.
A menudo las personas adultas golpean a sus hijos e hijas porque no tienen un lenguaje adecuado para hablarles”[2].
La convivencia familiar registra circunstancias tales como la hora de dormir, bañarse, las comidas, las tareas escolares, entre otras, donde aumenta la tensión cuando las cosas no suceden como la madre o el padre espera.
A menudo, esta tensión tiene la siguiente secuencia: “hablar-convencer-discutir-gritar-pegar”[3]. Al llegar al último recurso de esta secuencia, la madre o el padre está en un clima emocional de desborde y violencia: todo parece ser una “batalla”.
Recuperar el clima emocional es fundamental para que las madres y padres puedan ejercer su autoridad y que los hijos e hijas se sientan seguros y protegidos. Con el lenguaje analógico – el tono de voz, la postura corporal y los gestos de la cara – se transmite el clima emocional.
[1] Martin Buber (1878 – 1965) filósofo, teólogo y escritor judío austríaco-israelí, conocido por su filosofía de diálogo.
[2] Barudy, Jorge. “El dolor invisible de la infancia”. Editorial Paidós. Barcelona, 1998.
[3] Phelan, Thomas W. “1-2-3 Magia. Disciplina Efectiva para Niños de 2 a 12”.

http://www.sinviolencia.com.py/educar-sin-violencia/poner-limites/